I want to be a normal girl

I want to be a normal girl

"Si bien siempre supe que mi destino sería morir joven, nunca llegue a creer que fuera tan pronto. Ahora mi corazón latía desesperadamente, con una pasión que no había sentido nunca. Se aferraba a la vida aunque yo le decía que era demasiado tarde, y que se dejara morir, pero mi corazón seguía latiendo, presa de una indescriptible pasión, una motivación desconocida para mí... ¿Sería a caso que mi corazón sabía algo que yo desconocía.


Pronto me di cuenta de que no deseaba morir. Realmente anhelaba vivir, vivir y recorrer la Senda de las Bellezas, pasear por los Fríos Parques del Norte y admirar la Bella Luna bajo el Teatro de los Cinismos. ¡Ah! Deseaba desesperadamente vivir, y entonces seguí alentando a mi corazón para que luchara. ¡Sí, debía seguir luchando! Y nada lo detendría... Pero de pronto... escuché algo que me pareció terrible. Terrible hasta más no poder... Escuché al silencio.

"No" grité, "no dejes de luchar... tienes que vivir".

Pero mi corazón no resistió más...

Comencé a tener una serie de extrañas sensaciones. Mi cuerpo se sentía pesado, como si estuviera debajo del mar, y no pudiera moverme ni gritar. Mis ojos me escocían. No podía abrirlos por más que lo deseara, pero... lo que más dolía era no poder escuchar nada más... Apenas escuchaba a la lejanía, una sería de sonidos... pero no podía identificar que eran... Poot... poot... Lentamente se deslizaba aquel desesperante sonido por mis oidos, llegando hasta mi cerebro, y haciendor eacciones en todo mi sistema. Poot... poot. ¿Qué era? Era algo que yo conocía, lo sé. Lo sentía, me era familiar... Poot... Tan solo era ese sonido.

"Pero no puedo morir" dije al Nadie, "mi destino no es morir todavía".

"¿Me lo aseguras?" preguntó Nadie. Y su voz sonó como metálica. Aunque no me molestaba, de hecho me era agradable.

"Sí, te lo aseguro" afirmé. "Una Mariposa Blanca de ha posado en mí y me ha dicho que no debo morir todavía..."

"Pero si no has muerto" comentó otra voz. Esta vez era Alguien, y la voz de Alguien sonó como extasiada, y provocó un eco que se extendió hasta el fin de los tiempos.

Yo aún no podía ver nada. La oscuridad no me causaba temor, al contrario era en lo único que me sentía segura; mi única protección era la soledad, porque, al estar en ella, podía dejar de ver todas aquellas cosas que me hacía sufrir, podía olvidarme de La bella Luna debajo de El Teatro de los Cinismos.

Sentí que Alguien me rodeaba con sus brazos y me ayudaba a incorporarme. Supuse que sería ella porque tenía los brazos muy delicados, y además, Nadie no se atrevía a tocar a una mujer. Entonces una mano se posó en mis ojos y lentamente estos se fueron abriendo... Poco a poco la luz se filtró por mis cristales nacarados...

"¿Te gusta?" preguntó Nadie. Su voz me sonó distante.

"¿Qué es?" no pude evitar preguntar.

Frente a mí estaba una maravillosa planicie, verde hasta el horizonte, y con ligeras manchas rosadas, y rojas y púrpureas, como pinceladas. Era una visión llena de esplendor, y belleza superficial, pero por alguna extraña razón no me gustaba. Miré a mis compañeros. Nadie estaba a mi izquierda y Alguien estaba a mi derecha. Nadie era una hombre como de veinticinco años de edad, con un mentón prominente, y bien afeitado; una nariz grande cubría la mitad de su rostro, y le sobresalían unos ojos color verde oliva. Su cabello era de color castaño claro. Era de tez morena clara. Realmente lucía muy imponente mientras miraba hacia la Planicie con sus hermosos ojos, mientras movía sus manos con nerviosismo debajo de las holgadas mangas blancas de su atuendo. Por cierto vestía todo de blanco. Enfoqué sus labios, que de pronto me distrajeron. Rosáceos. ¿Cómo era posible que alguien pudiera tener ese color tan perfecto en los labios? Dejé de mirarlo. Observé de nuevo la planicie, a la espera de que algo mágico ocurriera.

"¡Mira!" exclamó Alguien de pronto.

No tuve tiempo de mirarla. Observé lo que me pedía. Frente a la planicie, a no menos de 500 metros apróximadamente, junto a un hermoso muro de piedra crecía una flor de color amarillo intenso. Florecía tan rápidamente, que pronto se transformó en ua gran y brillante enredadera que cubrió el muro. De pronto de marchitó, tan rápidamente como había crecido. Yo me quedé sorprendida. No sabía que decir ante tal acontecimiento, No sabía si debía reir o llorar por la bella planta.

Unas lágrimas perladas cubrieron mis ojos.

"No llores" espetó Alguien con ternura. "Tarde o temprano volverá a crecer".

Y tal como ella había dicho, la planta creció de nuevo con rapidez y de ella crecieron más flores que se enredaban en el muro; pero igual que la última vez la planta se marchitó. Me cubrí los ojos con las manos. ¿Cómo era posible que tal belleza muriera tan instantáneamente frente a mis ojos?

Y mas sin embargo seguía sin parecerme bello.

La mano de Alguien tomó la mía, y ésta se estremeció al sentir su tacto. Instintivamente miré a quien la tomaba. Era Alguien una persona realmente bella. Una mujer rubia, con un rostro despreocupado. Santiguada por unos hermosos ojos azabache. Tenía una nariz pequeña, aunque perfilaba muy bien su rostro. Podría haber sido una modelo francesa, de esas que se visten en sedas y peluches y se ponen exageradas joyas donde nadie más las usa. Y entonces se me ocurrió una idea... pero más que una idea era una duda... ¿Ellos estaban vivos? ¿Lo estuvieron? O ¿a caso ellos se encargaban de llevar a las alams hacia los lugares de descanso eterno?"